Por ese reloj de oro por fuera, y cobre por dentro, por esas manecillas que sólo el propio tiempo subsanará, tarde o temprano...
Empezando el día entre sábanas, con una taza de café esperando, el aroma de un buen desayuno recién levantado...las pequeñas cosas y las materiales no nos afectan de igual forma... y digo ésto porque muchas personas te enseñan a que lo material, importa bien poco y es tu tiempo, tu constancia, tu ilusión, tu perseverancia, determinación, esencia...todo lo que tú eres y lo que demuestras todos los días, eso es lo que reflejas en el espejo de otra persona que sólo conoce una de tus caras, pues tú mismo eres siempre un reflejo de tu realidad...
Conocemos, hablamos, observamos, criticamos, alabamos, lo que otras personas hacen pero no estamos dispuestos a analizarnos nosotros mismos, lo que sentimos, somos, y queremos, en profundidad. Para ello, necesitamos creer que todo lo que poseemos en cuestión de tiempo se desvanecerá si no lo cuidamos...aquellos zapatos que una vez te regalaron por tu cumpleaños, aquél minuto que esa persona le dedicó a tí, y sólo a tí, porque quiso, porque le nació y porque salió de dentro de él o ella...porque a veces tenemos la esperanza que esa otra persona escriba, o conteste al mismo ritmo que nuestro reloj funciona, nuestros pies andan, y nuestros ojos parpadean.
De lo que tenemos que darnos cuenta, es que no todos los relojes tienen bien todas las horas, minutos, y segundos, y que otros, no es su exterior, sino su mecanismo, el que está dañado, y que, de alguna forma, el mismo día, tarde, noche, hará que ese reloj vuelva a funcionar, sin ayuda de nadie más que nosotros mismos. Cuando entramos en pánico, duda, frustración, desentendimiento, cuando sospechamos de algo, vemos que el mecanismo interior está dañado, y que nosotros tenemos ese destornillador llamado amor propio, y esa habilidad llamada voluntad.
Solos o acompañados, pero al final, el arreglar ese reloj, engrasar ese mecanismo roto, lleva su tiempo, y el tiempo, es tan impredecible que nos agobiamos por de repente, estar en soledad, o incluso estando acompañados.
En definitiva, atesorar esos bonitos momentos, tengamos como tengamos nuestro reloj interior, hacer lo que nos gusta, no importa el dónde, ni el cómo, ni cuándo, pero hacerlo de igual manera, o intentarlo, nos hará estar más cerca de esa llave a la que llamamos paz interior, con nosotros mismos, porque, solos o acompañados, somos los únicos, que no nos abandonaremos, pase el tiempo que pase.
MikelG.
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