El cuerpo te hace un alto, la cabeza una pausa, de la noche a la mañana estás despierto u dormido, pero siempre, con un pie puesto al principio, y en el filo del camino.
El momento en el que el camino se detiene, ya no hay más grava que echar al sendero, pero has construido lo que has podido, pero nada te detiene, porque teniendo la vista fija en el objetivo, todo se puede. A pesar de los obstáculos que te ponga el día, el sol siempre termina refrescando la noche, y la luna calentando el día, por eso siempre con una sonrisa y mucha actitud, demostrando que puedes con todo y con nada, porque sólo paso a paso se llega a la meta que todos añoramos. Sin embargo, cuando terminas de poner los cimientos, sabes que ha merecido la pena cuando, esas amistades verdaderas, seres queridos, lo han disfrutado contigo y te han apoyado, y han creído en tí, contigo, de la mano, te ayudaron y te acompañaron en el camino a tu paraíso, la felicidad.